Los aparcamientos (¿qué es eso de parking?) subterráneos en la ciudad están de moda; no de la moda de la semana pasada, pero de moda. Y aunque ver a decenas de coches aparcados en batería en el subsuelo carece de cualquier pizca de "glamour" tenemos que agradecer al alcalde Aparicio y a buena parte de sus concejales que hayan elevado a las alturas de la información casi cualquier cosa que tenga que ver con estos almacenes de coches.
Podríamos hablar de la subida de la tarifa por utilizar los aparcamientos que el Ayuntamiento estableció en un 5,3 % (el IPC interanual se encuentra en el 4,9%) pero es mejor no crear polémicas por cuatro míseras décimas que sólo van a sufrir los ciudadanos. También podríamos comentar la polémica por el juicio contra los vecinos encausados por el Ayuntamiento por los enfrentamientos acontecimos en Eladio Perlado.
Hoy nos toca hablar de una noticia publicada en el Diario de Burgos digital y que firma Álvaro Melcón. Lo interesante llega cuando hace una comparativa de los precios que pueden llegar a costar la compra de una plazas de garaje de las que se van a construir. Probablemente esta información la sacan tras anunciar la construcción del aparcamiento en San Esteban el precio de cada plaza. Así, Lacalle la cifró en 25.000 € y Olivares le respondió que no bajarían de 29.000 €.
Vamos a destacar una frases que el periodista no duda en convertir en afirmación: "las cosas valen lo que se paga por ellas". Mentira, si eso fuera verdad no estaríamos en crisis o, al menos, no sería tan grave. Y es que también se sabe que la especulación en Burgos no sólo se cenía a los pisos sino que también abarcaban a las plazas de garaje. El aparcamiento en la antigua Campofrío o en Virgen del Manzano son un ejemplo. Las plazas vendidas pero vacías. Si una plaza de aparcamiento cuesta 30.000 €, ¿cuánto, como mínimo, tiene que costar el coche que guarda?. Si tienes un coche de 20.000 €, ¿necesitas en total 50.000 euros para poder comprarlo, aparcarlo y guardarlo?. Éso es como comprar una caja fuerte para guardar las joyas compradas en un mercadillo.
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